¿Puede el arte salvar vidas? ¿Tiene la creación el poder de amortiguar el dolor del alma?
¿Contribuye el arte al proceso de alquimia íntima (o social) que convierte una vivencia negativa en un factor de crecimiento y superación?
Quienes entienden la cultura como una mercancía alegan que cuando el arte aborda la cara más cruda de la realidad, contribuye a perpetuarla. Si hablamos de cultura para niños y jóvenes, el paternalismo y la necesaria protección a la infancia sirven de coartada para trivializar o evitar la representación del sufrimiento y pasar de puntillas sobre las emociones profundas.
El sentir del festival de artes escénicas para niños y jóvenes Teatralia es muy distinto: el arte puede mutar el dolor interior mediante la acción socialmente útil de la creación. Tanto desde el punto de vista del artista, cuando simboliza su vivencia y la comparte, como desde el punto de vista del espectador, cuando se identifica en ella o la reconoce.
Es un sentir fundamentado en la experiencia de 13 años de un festival que nunca ha tenido reservas en dar cabida en el escenario a historias de todo tipo, desde la crudeza de los cuentos clásicos a la hilaridad del payaso más ingenuo.
Tragedia y comedia, escenificadas de maneras variopintas; todos los lenguajes escénicos están presentes cada año en el festival: circo, teatro, música, danza y títeres y otros que ensayan combinaciones distintas a las que incorporan las modernas artes visuales.
El festival ha ofrecido espectáculos y el público ha venido a verlos. Sin su favor, no podríamos empeñarnos en seguir una dirección. La acogida de Teatralia se refleja en la frialdad de las cifras (50 mil espectadores cada año) y en el calor de las vivencias, tan anecdóticas como significativas: la emoción intensa de una niña invitada a participar en un ritual escénico; la catarsis de la risa compartida por todo el patio de butacas; la sorpresa del adolescente ante un hip-hop que ni siquiera podía sospechar; nos estimulan a seguir.
Este año hemos invitado como observador al investigador, neurólogo y psicoanalista Boris Cyrulnik. Él ha acuñado el término 'resiliencia' para denominar la capacidad del ser humano de superar los traumas, la resistencia a dejarse marcar de por vida y a ver condicionada la relación consigo mismo, con los otros y con el mundo.
El papel de la creación artística en la superación de las heridas emocionales ha sido objeto de sus investigaciones y ocupa muchos capítulos de sus libros. El humor que sana también está muy presente en sus trabajos.
Y con humor, consideramos que la edición número 13 del festival, un número estigmatizado por gafe, ha nacido con suerte. Con la suerte de contar con un observador de lujo, de haber conseguido agrupar a 32 compañías de primerísima fila; con la inmensa fortuna del aprecio de los espectadores y la consideración de cuántas entidades lo hacen posible. A todos, nuestro agradecimiento y el deseo de que disfruten de las funciones a las que asistan. Son más de 250, pero cada una nos parece única, si en ella se teje ese hilo invisible que conecta a artistas y espectadores en el terreno prodigioso de la expresión humanizadora.
PABLO NOGALES
LOLA LARA
PURY ESTALAYO