Hay que imaginarse la enorme rueda que gira en el escenario de La Rueda y sobre la que a su vez giran o se mueven seis personajes como una representación del mundo y sus habitantes. La rueda sería la vida monótona, a la que está sujeta la gente como en un engranaje. ¿Toda la gente? No, dicen los artistas circenses de la compañía madrileña Kanbahiota Troup. Algunas personas son capaces de parar esta rueda y dedicar su tiempo a hacer cosas “importantes”. En La Rueda las hacen a través de la coreografía, de las acrobacias, envueltas por una música que va puntuando cada momento de la obra. De este modo, Kanbahiota propone abandonar una vida acomodada (de prisas, de quehaceres, de sometimientos a las pantallas) y atreverse a cumplir los sueños o inventar otras realidades.