Él decidió sentarse en una silla para no volver a levantarse. Un manzano le provee de alimentos y un grifo le da el agua necesaria para subsistir. No necesita nada más. Todo estaba tranquilo hasta que aparece ella. Necesitada de aventuras, comienza a hacer lo imposible para que se levante. Tira de él, le pincha, le provoca, le seduce, le extorsiona. Nada. Él persiste en su cometido y resiste heroicamente los intentos de ella. En esta pugna comienza a surgir una relación. Peleándose se van conociendo. Y gustando. La pelea se esfuma y comienza otra etapa, la de la seducción y el acercamiento.
Él y ella son el paradigma hombre y mujer. Son polos opuestos. Se repelen, se detestan y se combaten, pero al mismo tiempo se necesitan y se atraen. Como los niños en el colegio. Como en la vida.
“Un escenario vacío. En el medio, una silla donde está sentado él. La ausencia, es tanto de escenografía como de elementos superfluos de utilería. Ésta es la pauta central de una puesta en escena que apuesta por el juego actoral y el ritmo de las palabras, en un texto original, rítmico y cercano al absurdo.
En ese vacío están él y ella para pelearse y atraerse, con sus cuerpos y sus voces, ayudados en sus propósitos por un pinchadiscos que les va creando las atmósferas necesarias en un proceso de acercamiento que pasa por el desafío, la curiosidad, la repulsión, el interés y finalmente la unión. La puesta en escena explora la difícil relación entre los sexos opuestos, el absurdo de las situaciones que van surgiendo, concentrándose sobre todo en el humor y la poesía”.
Así describe el director Marcelo Díaz esta obrade Horst Hawemann, llena de proporciones, comicidad y situaciones delirantes que se estrenó en agosto de 2007 en la Feria de Ciudad Rodrigo.
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